UE, EL FIN DEL SUEÑO
UE, EL FIN DEL SUEÑO
Recuerdo cuando la Unión Europea era un sueño que se soñaba a sí mismo. El proyecto de construir una estructura que nos arropase y amparase más allá de las fronteras en las que nos ha tocado nacer y vivir. Un nuevo lugar por el que transitar sin pasaporte y sin todos los prejuicios que ese documento conlleva.
Pertenezco a la generación a la que tanto le inyectaron ese sueño que ahora siente haberse despertado sobresaltada en un lugar que no reconoce. Con ciudadanos de segunda e inmigrantes de tercera. Sin hermanos y con primas que sólo provocan riesgo. Viviendo en un “sálvese quien pueda”. Transitando en un tren del que algunos quieren apearse porque no lleva al destino que le prometieron cuando compró el billete. O porque no quieren pagar el precio real del viaje.
Faltan dos días para que Reino Unido decida si sigue o no con nosotros. Y, más allá del resultado, la sola idea de celebrar esta votación supone el fin del sueño compartido. No sólo por plantear la consulta, sino porque los argumentos para irse o para quedarse se reducen a las cifras económicas. No nos hablen de dinero. Jo Cox y yo formamos parte de esa generación a la que le inyectaron un sueño.